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La rutina de Cay como presidente de la Fundación Medeiros Pardo era más predecible que un reloj suizo: trabajar, trabajar y… sí, adivinaste, trabajar un poco más. Pero la vida se le puso patas arriba cuando una vecina entrometida decidió hacerle una visita inesperada ¿Que si la encontraba atractiva? ¡Por favor! Cualquier hombre con sangre en las venas notaría que Gaby era una escultura en movimiento. Cay no buscaba complicaciones, pero si las complicaciones hacían un evidente esfuerzo por seducirlo y llevarlo a la cama, ¿quién era él para resistirse?